Una vez, Hipólito organizó un encuentro entre Cintia y Susana en su local habitual de juegos de cartas porque su esposa quería ingresar en el mismo círculo social que la señora Navarro. Al echarla del lugar, Susana ni siquiera le dirigió una mirada. Hasta ese día, Cintia podía sentir el dolor de los comentarios desdeñosos de la señora Navarro: «¿Quién en su sano juicio pensaría que esa clase de gentuza puede jugar a las cartas conmigo?»
Desde aquel día, Cintia nunca volvió a pensar en establecer ningún contacto con Susana.
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