—Valentín, tú...
Ariadna resopló enfadada al verlo dirigirse al baño y lanzó una almohada en su dirección. Valentín comprendía por qué ella deseaba tener un hijo, pero no se atrevía a soportar las consecuencias que podría acarrear el parto. Sin decir ni una palabra, recogió la almohada y la dejó a un lado antes de entrar al baño. Justo después de eso, Ariadna se vistió y bajó las escaleras; estaba furiosa. «No quiere acostarse conmigo, ¿eh? Veamos cuánto tiempo puede soportarlo. No creo que pueda contener su deseo ni desahogarse de otra manera».
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