Con ese pensamiento en mente y de forma rápida, Abigail hizo que un subordinado se entrometiera en la habitación de Ana antes de que terminara la cena. Por supuesto, no podía hacer lo mismo con Gerónimo, sobre todo porque sabía lo atento que él era así que, tarde o temprano, si enviara a alguien a seguirlo solo la expondría.
—¡Gerónimo! —gritó Ana cuando vio al hombre volviendo a su habitación.
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