En la cubierta, Ariadna se apoyó sobre el pecho de Valentín, disfrutando de la brisa del mar que le soplaba en el rostro mientras miraban el atardecer. Algunas gaviotas volaban de forma ocasional y se apoyaban sobre la cubierta. Algunas más audaces incluso se apoyaban en el brazo de Ariadna. La mujer esbozó una sonrisa sutil mientras miraba a la gaviota volar desde su brazo. Podía saborear la salinidad en el aire y podía percibir en su cuerpo la calidez del atardecer. La expresión de tranquilidad de Ariadna hizo que Valentín deseara esconderla y dejársela para él.
—Sol, te amo —le susurró al oído.
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