En el momento en que Almendra lo vio, sonrió con dulzura y se acercó a recibirle la chaqueta; luego la colgó en la percha. Tras eso, sacó un par de pantuflas y las colocó junto a los pies del hombre. En ese instante, parecía una adorable esposa recibiendo a su esposo que regresaba del trabajo. Bajo el suave resplandor de la luz tenue, Arón comenzó a pensar: «La joven está ocupada sirviéndome deliciosos platos caseros... Sin lugar a duda, esto es lo que otras personas definen como felicidad absoluta, ¿no?».
Después de comer, Almendra se acurrucó en los brazos de Arón; había felicidad y satisfacción en la sonrisa de la muchacha. Al agarrar las manos cálidas del hombre, curvó los labios y murmuró:
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