En la residencia Viamonte, Hernán miró fijamente su teléfono después de que le colgaran antes de cambiar con rapidez el apodo de «Sol» en su teléfono a «Ariadna». Luego, se acercó a Sonia, quien seguía mirándose los pies.
—Puedo explicártelo, Sonia —dijo después de sentarse a su lado.
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