La reina madre no había previsto que esa persona le encontraría un jáquer experto tan rápidamente. Le habían dicho que ese hombre era el octavo mejor jáquer del mundo, y que sus servicios no se podían pagar solo con dinero. Mientras reprimía su emoción, se apresuró a contactar al número que le habían dado. Según las instrucciones de la persona que acababa de llamarla, solo debía comunicarse con el jáquer a través de un mensaje de texto.
Reina Madre: «¿Es el señor Simón?».
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