—¡No dejaría que Sonia se case contigo ni aunque me dieras diez mil millones! —comentó con frialdad—. En cuanto al bebé, me encargaré de le realicen un aborto, así que vete. No eres bienvenido aquí. Si realmente te preocupas por ella, espero que dejes de molestarla a partir de hoy.
La posición de princesa y reina la perturbó más que una suma de diez mil millones. «Mientras nos deshagamos del bebé y le restauremos el himen antes de que se case con Arón, no habrá manera de que ese joven note algo. Por supuesto, siempre y cuando todos los que sepan del embarazo de Sonia mantengan la boca cerrada. Y la mejor manera de asegurar eso es...». La mirada de la mujer se ensombreció al pensar en ello. No quería tener que recurrir a eso.
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