Se enojo tanto que se le pusieron rojos los ojos, apretó la mandíbula y dio un golpe sobre el escritorio con rabia. Incluso se le notaban las venas en sus pálidos brazos. Ariadna sabía que Cintia e Hipólito eran quienes mataron a su madre, pero no tenía idea de que la autora intelectual no era otra que la reina madre, que también era su abuela; por el enojo y el odio que tenía apretó los puños con mucha fuerza. «¿Cómo pudo ser tan despiadada? No importaba que no quisiera que mis padres estuvieran juntos; ya había obligado a mi padre a casarse con la reina actual y tuvieron un hijo. ¿Por qué mató a mi madre? ¿Por qué? Ella ni siquiera sabía dónde estaba mi padre; no pudo encontrarlo en ningún lugar. ¿Había necesidad? ¿Hizo algo malo?». La idea de que su madre muriera tan joven la hizo sentirse muy triste y el dolor la hizo agitarse. Puso una mano sobre su pecho y comenzó a llorar.
—¡Madre, te vengaré! —prometió con seriedad mientras se limpiaba las lágrimas. Tenía un tono distante y su mirada brillaba con determinación.
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