Mientras tanto, Valentín y Arón estaban sentados en el sofá de la sala de estar, dónde había algunos sirvientes. Arón no dejaba de lanzar miradas hostiles al primero. «No habría dejado que se saliera con la suya si no me hubiera ayudado a deshacerme del compromiso que la abuela y mamá habían arreglado para mí».
Valentín, en cambio, parecía abrumado por una emoción indescriptible cuando le devolvía la mirada. «Quiero corresponder esa mirada hostil que me dirige, pero no me atrevo a hacerlo porque es el hermano de Ariadna. Si supiera que la mujer con la que está obsesionado es su hermana. Sin embargo, mismo tiempo, la forma en que me trata me hace querer golpearlo».
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