Ariadna se ruborizó por el ronroneo quejoso de Valentín. No quería que se entristeciera y se pusiera celoso por alguien sin importancia.
—Valentín, escúchame —le dijo—. Yo, Ariadna Morales, soy tuya hasta el fin de mis días y no dejaré que nadie se me acerque y viceversa.
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