Ariadna sonrió como si hubiera un motivo oculto detrás de su expresión. Los murmullos de los estudiantes se hicieron más fuertes; todos estaban del lado de Sonia y cuestionaban sus capacidades. Ella se dio cuenta de que le sería difícil seguir enseñando allí si no refutaba la afirmación de Sonia ese día. «Parece que estos alumnos no son tan ingenuos».
No tenía prisa por refutarla así que, en su lugar, optó por observar con tranquilidad a los alumnos dado que quería averiguar qué dudas tenían. Después de darles un tiempo para que debatieran en privado, al fin dijo:
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