Toda la zona estaba cubierta por una gruesa capa de polvo, por lo que nadie podía saber si era Nataniel o Rogelio el que había salido victorioso. Cuando el polvo se asentó poco a poco, se pudo ver a los dos de pie, por completo inmóviles, a unos tres metros de distancia el uno del otro.
La expresión de Nataniel era tan tranquila como siempre, pero Rogelio tenía esta vez una mirada respetuosa. Había que ser un luchador fuerte para ganarse el respeto de otro y Nataniel se había ganado sin duda el respeto de Rogelio después de ese intercambio.
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