Jeziel jadeaba con debilidad, con los ojos desorbitados. Sus pies luchaban con impotencia mientras la mano de Nataniel seguía agarrada con fuerza a su cuello. Sabía que pronto moriría. Nataniel soltó el cuello de Jeziel y lo arrojó a un lado con indiferencia. Él aterrizó con un fuerte golpe frente a la celda. La voz de Nataniel era fría.
—Ahora, saca las llaves y abre la puerta.
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