Todos los oficiales de la marina a bordo del cazador de submarinos, junto con la familia de Daniel, esperaban con ansias la aparición del legendario General. Daniel estaba tan ansioso que le empezaron a sudar las palmas de las manos. Sin embargo, en ese mismo momento, su mayordomo Lucio se acercó a él y le dijo en voz baja:
—Señor, es mediodía. Nataniel Cruz debería estar ya en la Bahía León con sus hombres para entablar una batalla mortal con nuestros treinta mil hombres. ¿Tiene alguna instrucción especial para Carlos?
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