¿Cómo podía Bartolomé decir que no? Le agradeció efusivamente al alcalde, dando muestras de inmensa gratitud. Luego le pidió a su hija que pusiera el papel a salvo, pues tenía planeado enmarcarlo y colgarlo en el salón en cuanto llegaran a casa.
Los demás líderes políticos también le entregaron a Bartolomé los presentes que habían traído. No eran caros, pero todos eran exclusivos o significativos. Alfredo Sosa y sus otros dos hijos observaban al alcalde y demás líderes políticos colmar a Bartolomé de atención y de preciados regalos. No podían hacer nada, excepto sentir envidia. Desalentados, se apartaron discretamente y regresaron al Salón Flor de Loto.
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