«¿Nataniel Cruz es el Dios de la Guerra?». Todos se quedaron boquiabiertos. En especial los hombres de Cicerón que quedaban, que retrocedían con desesperación, asustados.
El Dios de la Guerra había pulverizado una vez, sin ayuda, al Ejército de la Coalición, derramando una sangre que podría teñir de rojo todo un río y dejando una pila de cadáveres de dieciocho naciones. Era evidente que los hombres de Cicerón se asustaron mucho cuando se vieron sorprendidos por esta revelación.
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