¡Clang! ¡Clang!
Los generales alzaron sus espadas y las blandieron en dirección a César, que con calma esquivó sus ataques mientras lanzaba el suyo propio, llevaba un par de guantes de aleación de mithril. Eugenio se los había dado a Nataniel cuando éste partió y como no le gustaba usarlos, se los regaló a César que ya tenía una constitución de una torre de acero, por lo tanto, su fuerza aumentó aún más después de equiparse con los guantes, como resultado, cuando golpeó a los dos lobos en simultáneo, de inmediato rompió sus cráneos.
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