—Simón, sabes que no eso no es lo que quise decir —dijo Guillermina de inmediato—. Solo digo que nunca has ido a la ciudad sin tu padre. Además, Nataniel fue el General del Norte. La gente lo llama el Dios de la Guerra por la cantidad de gente que masacró. Me temo que no eres rival para él —concluyó.
—Guillermina, estás pensando demasiado —interrumpió Simón con seguridad—. En todos estos años al lado de mi padre aprendí algunas cosas. No pretendo ser tan bueno como él, pero, aunque tuviera la mitad de la habilidad de mi padre, con eso sería suficiente para enfrentarme a Nataniel.
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