Casimiro y Silvano se quedaron mirando a Nataniel con incredulidad. «¿De verdad nos permite pedir ayuda? ¡Está loco!». Sin saber si estaba bromeando con ellos o no, no se atrevieron a moverse, a sacar sus teléfonos.
—Llámalos. Diles que tienen media hora para llegar aquí o prepárate para recibir dos cadáveres.
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