—Llevas tres años sirviendo en el Templo Oscuro —dijo Nataniel a Amaya—. Confío en que puedas identificar cuáles de las personas de aquí han cometido crímenes de una magnitud que no pueden ser perdonados y cuáles de ellos aún tienen algo de humanidad dentro de ellos. Ejecuta a todos los b*stardos que no deban ser perdonados. Deja el resto para los Pacificadores. Ellos los enviarán a la Corte Militar Internacional para ser juzgados.
—Sí, Señor. —Amaya se inclinó.
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