Mientras tanto, Nataniel estaba sentado en el asiento trasero de su auto mientras su convoy de autos avanzaba a toda velocidad. Tenía los ojos cerrados y se tambaleaba debido a los baches del camino. Nadie podía saber con seguridad si estaba dormido o solo meditando. Detrás del auto, tres todoterrenos blindados lo seguían de cerca. De repente, Nataniel abrió los ojos con brusquedad y pronunció con calma:
—Algo anda mal.
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