Fue pan comido para Nataniel terminar con los cuatro guardaespaldas de Fabián. Acto seguido, su mirada aterrizó en el mismo muchacho.
Fabián, cuyo rostro estaba cubierto de sangre, tenía la mano derecha fracturada y miraba a Nataniel con una expresión horrorizada. El segundo lo miró con desdén y le dijo con frialdad:
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