Cuando colgó el teléfono, entró en el Salón Acacia para almorzar con sus subordinados. Todos sus hombres estaban sentados juntos y charlaban con alegría. Jacinto dio un sorbo de té antes de dirigirse a César y preguntarle:
—Oye, Díaz, si no recuerdo mal, tú eres de Ciudad Moras, ¿no?
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