Haid ardía de furia. Sus compañeros de boda, los asistentes y la gente de la familia Clavero miraban con el ceño fruncido a Nataniel Cruz. El rostro de Haid se hundió mientras miraba a Nataniel con desprecio.
—¡Déjame decirte esto, mocoso! Estás cavando tu propia tumba.
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