Mientras tanto, en la sala de recepciones de la Casa Blanca, Baccio caminaba ansiosamente de un lado a otro con las manos entrelazadas a la espalda.
Unos cuantos cardenales y ancianos de la Curia se encontraban cerca con expresiones variadas en sus rostros. Esta vez, se encontraban en Eurasia por orden del Papa para que Nataniel liberara a los prisioneros.
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