Un tigre poderoso no cruzaría un río a menos que no tuviera miedo. Cayeron en la cuenta de que Havik se atrevía a comportarse de forma atroz porque en realidad era formidable.
Nataniel miró a Havik, que había hecho gala de una fuerza impresionante. Frunció las cejas y un atisbo de confusión se dibujó en sus ojos. Desvió la mirada hacia los dos espadachines que Havik había matado y le sorprendió la crueldad de este último al matar incluso a sus propios subordinados.
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