Nataniel miró a Darío y Manuel que estaban arrodillados en el suelo con ojos fríos y se burló:
—Hoy es el día de mi boda, así que no me tomaré las cosas en serio. Les voy a pedir a cada uno de ustedes que decidan que brazo romperse y que salgan de Ciudad Fortaleza. Además, no los quiero volver a ver nunca más.
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