Era una noche de luna sin estrellas, y la refrescante luz de la luna, atravesando las ramas, se extendía por el suelo sembrado de hojas de arce, semejando una alfombra de jade destrozado.
Hepburn, con sus tacones altos, caminaba bajo la desolada sombra de los árboles suburbanos. Levantó la mirada hacia la luna llena en el cielo y suspiró con suavidad. No había nadie a su alrededor, pero si lo hubiera, seguramente sería capaz de darse cuenta de que echaba de menos a alguien.
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