Los ojos de Roberto se iluminaron en cuanto vieron a la esbelta y elegante Carmen. De inmediato, su mirada se desvió hacia su trasero. Con una sonrisa irónica, dijo:
—Mis dos hermosas compañeras, siento la espera. He reservado una sala privada en el Club Índigo y algunos de nuestros compañeros ya las están esperando. Por favor, suban al auto.
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