No solo le habían fracturado la pierna izquierda a Severino, sino que le habían metido el cañón de una pistola en la boca abierta. Aunque quisiera pedir clemencia, no podía hablar. Sus subordinados, que habían planeado fumar tranquilos mientras disfrutaban del espectáculo, salieron de su asombro. Todos entraron en acción de inmediato.
—¡Cómo te atreves a tomar represalias!
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