La arrogancia de Marisa enfuriaba profundamentea Peni y a su equipo. De repente, Nataniel habló:
—¿Doscientos millones, eh? ¡Qué diabólica eres al pedir un precio tan irracional! ¡Ni siquiera te lo mereces con esta actitud tan grosera que tienes! Ya que te negaste a negociar con nosotros, no perderé mi tiempo ni un segundo más.
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