Jonás se echó a reír una vez más en cuanto escuchó la conversación que Nataniel mantuvo con César. A Jonás y a sus subordinados les había parecido muy divertido porque pensaban que solo bromeaba cuando decía que conseguiría que los poderosos se unieran a ellos en diez minutos.
Del mismo modo, su secretaria y el resto de sus subordinados tampoco pudieron contener la risa. Al fin y al cabo, los ciudadanos siempre habían sido los que debían prestar su ayuda a los departamentos correspondientes.
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