Aquel día, una gran multitud se reunió en el Gran Salón de Brimmopolis. Ahí se encontraban representantes de diversas industrias y clases sociales. Además, había innumerables periodistas con sus cámaras preparadas. Todos querían captar los mejores ángulos e imágenes para sus reportajes, testigos de la toma de posesión del nuevo presidente, Nataniel.
Destino vestía un traje exquisito, sentado con elegancia en la sección VIP para invitados extranjeros. Esperaba el comienzo de la ceremonia y la aparición de Nataniel con una media sonrisa en el rostro. Los asesinos de los ocho países que había comprado esta vez habían adoptado un sin fin de identidades. Se habían infiltrado entre los invitados extranjeros o se habían hecho pasar por periodistas extranjeros y se habían escondido entre los periodistas como una manada de lobos al acecho de su objetivo para asestarle un golpe mortal.
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