La furia brilló en los ojos de Ren. Un aura potente brotó de él, expandiéndose y envolviendo toda la vecindad.
Todos los presentes podían sentir la abrumadora malicia que emanaba de él. Ni siquiera los dioses de la guerra humanos como Leopold y Misael pudieron evitar el escalofrío que les recorrió la espalda. Todos apretaron con fuerza sus armas, sus miradas fijas en Ren como si se enfrentaran a un adversario insuperable.
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