Sheila se quedó mirando a Nataniel, viéndose demasiado complacida consigo misma. Sus ojos parecían molestarlo. «Ay, Nataniel, ¿no estabas presumiendo que alguien muy obediente te daría la pintura? ¿Esperas que el General Torrijo te ceda una obra de arte tan valiosa a ti? ¿O esperas recibirla del Gobernador Militar en Jefe? ¿Quién te crees que eres? ¡Eres una desgracia para la sociedad!».
Peni hirvió de enojo cuando escuchó como Sheila avergonzaba en público a su esposo. Nataniel, por otra parte, se veía ecuánime, como si la victoria estuviera en el horizonte.
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