—¡Rápido! ¡Deprisa! Rodeen el lugar, no debemos dejar escapar al asaltante que hirió al Señor Figueroa.
Un hombre grande y robusto, vestido de traje y con una cicatriz en la comisura del ojo, llegó con un gran número de personal de seguridad del Grupo Paraíso. ¡No era otro que Balto! Él ordenó a sus subordinados que rodearan a todos los padres y niños presentes en la fiesta de la hoguera. Juventino, Zahid y los demás ya estaban preocupados porque no esperaban que la gente del Grupo Paraíso llegara tan rápido.
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