No importaba cuántas balas cayeran sobre los vehículos, solo las dejaban marcadas con innumerables y tenues marcas blancas. Parecía improbable que las balas pudieran causar algún daño a los autos en un corto periodo de tiempo.
En ese momento, apareció un hombre muy corpulento con barba, con un cigarro en la boca, hizo su aparición vistiendo unas botas de combate negras. El hombre, que parecía tan musculoso como un robot, era un miembro muy apreciado del Armagedón, era La Muerte.
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