El teléfono de Nataniel sonó a las tres de la madrugada mientras seguía dormido. Se levantó y contestó el teléfono. La voz de Mariana sonó en la línea.
—Hola, ¿Señor Cruz? Habla Mariana Soriano. Me están persiguiendo. Quieren secuestrarme, pero nadie me ayuda. Usted es el único que puede protegerme. ¡Por favor, sálveme!
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