Los lacayos restantes sujetaron sus katanas con fuerza y se reagruparon alrededor de Carlo con nerviosismo. De repente, el sonido de unos pasos resonó y entró Tomás con Javier y su grupo.
—¿Quién se atreve a faltar al respeto al Joven Señor? ¿Quieres morir? —rugió.
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