Al instante, un imponente hombre de mediana edad y pelo plateado siguió a Anoud al interior. El hombre vestía un atuendo de aventurero y tenía unos ojos tan afilados como los de un águila.
Aunque ya había contenido su aura, su cuerpo seguía emanando una presencia abrumadora. Desde el momento en que entró en el estudio, Eugenio IV ya podía sentir el aura opresiva de una presencia formidable.
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