Esparcidos por el suelo, Max y Píndaro temblaban incontrolados, se sentían morir. Si hubieran sabido que Nataniel era el General del Norte, nunca se habrían atrevido a provocarle.
Nataniel los miró fijamente mientras estaban tirados en el suelo, temblando en silencio y sin atreverse a decir una palabra.
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