Miranda por fin recobró el sentido y gritó con rabia:
—¡Solo eres un eurasiático de poca importancia! ¿Cómo te atreves a pegarme? Estás muerto. Están todos muertos. —Miranda gritó a Nataniel y empujó a los guardaespaldas que la rodeaban—. ¿Qué esperas? Mátalo. Mátalo ahora mismo.
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