—Tuve que venir por ti en el momento en que me llamaste por teléfono. No toleraré a nadie que te intimide —respondió Nataniel con suavidad—. Cierra los ojos y descansa un rato. Una vez que haya terminado con estos b*stardos, te llevaré a casa.
Penélope lo miró a los ojos con determinación, decidió confiar en él y asintió con la cabeza, cerrando los ojos como le había dicho. A pocos pasos, al ver la llegada de Nataniel, Tomás recobró el ánimo y se incorporó con dificultad y miró con odio a Rubén y a los suyos.
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