Dante sonaba intimidante pero a Samuel le parecía satisfactorio, pues esa era precisamente la actitud que buscaba. Solo un maleante del nivel de Dante Huerta podía destrozar el proyecto lo suficientemente bien. De ahí que Samuel sonriera satisfecho:
—Me gusta lo dominante que eres. Bien, tienes el trabajo. Transferiré cinco millones ahora y cinco más cuando esté hecho.
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