Bartolomé se emocionó cuando Mauricio se arrodilló ante él y le pidió perdón. Además, sintió que recuperaba su dignidad cuando los empleados le echaron un vistazo desde fuera, «¡todo esto es gracias a mi querido yerno!».
Mirando fijo a Mauricio y a sus lacayos, Bartolomé preguntó con una expresión altiva en su rostro:
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