El reflejo de la punta de la lanza brilló en los ojos de Nataniel al pasar junto a su cara por solo unos centímetros. Nataniel había dado un paso hacia atrás e inclinó su cuerpo, apenas esquivando la lanza filosa.
Al no atinarle a su objetivo por un poco, Zeferino giró la lanza y corrió hacia Nataniel como un toro enfurecido. Blandió la lanza de dos metros con agilidad, girándola al pelar contra Nataniel. Su maniobra del arma era hábil y amaestrada, apaleando a su oponente con insistencia.
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