En la sala de salidas del aeropuerto de Brimmopolis, Penélope y Carmen se levantaron de sus asientos y se dispusieron a subir al avión. Por instinto, Penélope se dio la vuelta y miró por última vez a su alrededor. Un atisbo de esperanza se asomó a su mente.
«Tal vez... Solo tal vez... ¿Vendrá?». Entonces, al darse cuenta su propia insignificancia, dejó escapar una risa irónica. «Soy una tonta. Nataniel debe estar en el avión militar que se dirige al Norte. ¿Cómo podría aparecer aquí?». Cerró los ojos y respiró muy hondo. «Deja de soñar lo imposible, él no está aquí». Carmen se percató de su inusual comportamiento y de sus miradas huidizas.
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