Nataniel se cambió de ropa y salió de la habitación. Afuera, César y Amaya se enfrentaban a un grupo de hombres de mirada estoica. Había unas diez personas en el grupo. Todos vestían trajes negros idénticos y eran de complexión fuerte. Sus ojos brillaban con intensidad mientras un aura de calma y confianza irradiaba de ellos. Era obvio que todos los hombres eran luchadores experimentados y bien entrenados.
—¡Señor Cruz! —gritaron Amaya y César al unísono cuando él llegó al lugar.
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