Nataniel miraba fijo a Petunia, quien, a su vez, lo miraba con arrogancia; ella no tenía miedo. Las comisuras de los labios del hombre se elevaron, formando una pequeña sonrisa, cuando notó que la mujer quería provocar una discusión. Sacó de su bolsillo una tarjeta Centurión y, con una sonrisa burlona, la agitó frente al rostro de la gerente.
—Me pregunto si esta tarjeta será suficiente para comprar toda la ropa que hay en esta tienda.
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